lunes, 11 de febrero de 2013

Vidas imaginadas en la National Portrait Gallery

Es mucho más pequeñito de lo que parece

Por lo general soy una persona muy consumista. Vamos, que no gasto más porque no puedo y me gustan muchas, pero muchas cosas. Los libros, para empezar. Los cosméticos, de todo tipo, que Fausto en su infinita paciencia llama juguetitos. Ropa. Zapatos. Pendientes. Tazas. Chorradas frikis. Dvds. Y además de todo esto, hay ciertos sitos en los que me quedaría a vivir y donde me pasaría el día revolcándome por el suelo con las cosas que allí venden, tirándole besitos a las estanterías.

Me refiero a las tiendas de museos, claro. Hay tiendas de museos en las que lo compraría todo, pero todo, todo. No sé si es la luz, la forma en la que están las cosas expuestas, o qué, pero en esos sitios me dan ganas de acercarme hasta el vendedor más cercano y decirle algo del tipo Escoja usted cual de mis órganos vitales quiere quedarse y vaya empaquetando.

En esto tenemos que reconocer que los anglosajones nos llevan ventaja. Cualquier museo medio chungo tiene una tienda anexa en la que dejarse los cuartos y, normalmente, compras, digo que si compras... Son listos los ingleses. No te cobran la entrada pero saben que vas a dejarte el triple de lo que hubieras pagado por entrar en productos promocionales. Ahí le han dado...

No, no es  María de Escocia


Todo esto es para deciros que hace unos tres días me leí Imagined Lives. Portraits of unknown people, un librito muy curioso en el que ocho autores escriben un relato en torno a catorce retratos de desconocidos, retratos que alberga la National Portrait Gallery de Gran Bretaña. Así, autores como John Banville, Terry Pratchett o Tracy Chevalier insuflan vida a estas personas de las que desconocemos casi todo.

Debo reconocer que el tema me fascina. Tomar el retrato de un desconocido e inventarle una vida, un pasado, una familia es un acto de amor casi místico. Mirar a los ojos del retratado, tratar de desentrañar su personalidad, sus motivaciones o sus actos es un ejercicio literario sólo apto para valientes. Mezclar arte y literatura, preparar una tetera y ya tenemos un cóctel perfecto para estas tardes tan frías. 

No esperéis grandes relatos, tan sólo semblanzas, pero este libro tiene algo mágico. En leerlo en sí no se tarda más que un rato, pero podría pasarme días mirando los retratos de estos hombres y mujeres sin nombre. Sólo está disponible en inglés, y lo podéis comprar en la tienda de la National Portrait Gallery  (sitio peligroso) o en Amazon (sitio más peligroso aún). Yo lo compré en Amazon porque los gastos de envío a España me salían gratis, mientras que en la tienda del museo cuesta 9 pounds...

Desde esta humilde morada hago un llamamiento a los museos españoles para que hagan algo parecido (y que cuenten conmigo, claro). Y si no, dejadme a mí, que ya hace tiempo que me viene rondando la cabeza la idea de escribir relatos sobre los cuadros de Hopper, que para algo tendría que servir el hombre más que para hacer portadas, digo yo... 



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