martes, 19 de marzo de 2013

Semana 7: Juzgar y criticar

A todos nos han dado alguna puñalada que otra...

¡Hola bizcochitos míos! Aquí me tenéis, un nuevo martes, con el repaso obligatorio a La dieta espiritual de Francesc Miralles. Si vais al día recodaréis que esta semana nos tocaba un tema bien jugoso, Juzgar y criticar. Y es que de esto no nos salvamos ninguno...

Aunque no soy una persona especialmente cotilla ni interesada en la vida de los demás (todo lo contrario, mi vida me interesa demasiado como para pensar en la vida de otros...), no os voy a negar que de vez en cuando sale mi vena criticona. Y no, no hablo de las conversaciones en el patio del cole durante el recreo. Hablo de conversaciones entre adultos ya mayorcitos en las que nos resulta inevitable criticar a fulanito y a menganita. Bueno, igual inevitable no es la palabra exacta, pero ya me entendéis.

Como en todo en esta vida, también hay grados en el critiqueo. Por un lado, está la (vamos a llamarla así) crítica social, esa que te hace exclamar cuando ves a la novia de tu primo (por poner un ejemplo) enseñando las bragas en un pub. O cuando ves al ex-novio de una amiga con otra tipa que, igual es una santa, pero que a primera vista no te ha gustado un pelo. Hablar de ello es inevitable. Si no lo haces, probablemente explotarás y en tu epitafio pondrán algo así como Murió por no criticar.

Muy loable, pero es una pena morir tan joven.

Este tipo de críticas son prácticamente inofensivas. La persona criticada no se enterará jamás (con suerte) y tú no volverás a acordarte de ellos después de veinte minutos. Es ley de vida. Piensa fríamente si nunca has llevado nada o has hecho algo para no merecer una crítica. Piensa, piensa...

Pero claro, también hay críticas peligrosas. Hablamos aquí de esas personas que viven la vida de los demás como si no tuvieran vida propia, y es bastante probable que así sea. Este tipo de personas normalmente se dejan llevar por la envidia malsana y me parece una verdad como un templo eso de Quien critica se confiesa. Amén. 

Todos hemos conocido a alguien así. Alguien a quien le gusta hablar de los demás y no precisamente para bien. No hablo de un caso puntual, hablo de gente mala mala, con la que hay que tener un especial cuidado y que, muchas veces, nos enteramos verdaderamente de cómo son en realidad cuando ya es demasiado tarde. A ese tipo de gente, sarna

Para la semana que viene tenemos un tema calentito, la ira y el odio. Así de entrada me parecen emociones muy intensas, pero seguro que aprendemos algo en este capítulo. Los objetivos son los siguientes:

1. A no ser que esté en juego tu supervivencia, proponte no exteriorizar un solo enfado a lo largo de la semana.

2. Si te domina la ira, no hables. en ese caso, aplícate el proverbio japonés: 'Lo que tengas que decir, dilo mañana'

3. Si estás en desacuerdo con algo, comunícalo sin levantar la voz y permitiendo al otro expresar sus argumentos para llegar a un entendimiento.

4. Antes de odiar a alguien, trata de identificar qué hay en esa persona que hace espejo de ti, ya que de los demás suele molestarnos aquellos defectos que nosotros tenemos. 

Y vosotros... ¿criticáis mucho? ;) 


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