martes, 26 de marzo de 2013

Semana 8: La ira y el odio

¿Nunca te han dado ganas de estrangular a alguien? 


Una semana más, niños y niñas, estoy lista para hablaros del capítulo de esta semana de La dieta espiritual de Francesc Miralles. El tema de hoy es algo heavy, la ira y el odio, y yo no me veo capaz de superarlo sin mi taza XXL hasta arriba de té (de vainilla y caramelo, por cierto, tremendo...) La ira y el odio es un tema muy serio, amiguitos...

Pero ¿realmente habéis llegado a sentir ira alguna vez? No me refiero a un enfado, estoy hablando de ese sentimiento que te crece por dentro y que de repente explota y se lleva todo lo que haya por delante. O te sale una úlcera que te revienta el estómago.

Yo tengo una úlcera.

Curiosamente, no recuerdo grandes explosiones de ira en mi vida, y os tengo que confesar que los mayores enfados los he tenido en el trabajo, aunque no creo que puedan calificarse como ataques de ira. Sin embargo, desde que estoy en paro vivo en la tranquilidad más absoluta por lo que puedo deciros sin vergüenza ninguna que lo que he dejado de ganar por un lado lo he ganado por otro.

En cualquier caso, en casa tenemos una expresión para estos ataques de ira y responde al encantador nombre de Ponerse en modo Wilkie. Sí, un nombre raro raro pero tiene su explicación. El año pasado por estas fechas compramos un perrito y le pusimos por nombre Wilkie Collins (sí, fue idea mía). No soy partidaria de comprar perros, prefiero adoptarlos, pero este en cuestión llevaba muchos meses en la tienda, le habían bajado el precio varias veces y ya se estaba volviendo mayor para venderlo... 

Os prometo que ni dormía por las noches pensando que iban a sacrificar al perrito, de modo que lo compramos. Wilkie era un adorable perro salchicha que te miraba con ojitos tristes pidiendo amor y al que era imposible negarle nada. Normalmente era muy tranquilo, se acostaba en su camita cerca de cualquiera de nosotros o jugaba con sus juguetes. Y sí, digo normalmente, porque de repente y sin previo aviso, le daban unos ataques de locura en los que mordía las paredes, atacaba a los cojines e intentaba comerse los calcetines. Dulce criatura...

Después me dio unos ataques de alergia brutales (ahora sé que soy alérgica a los perros de pelo corto) y después de llorar mucho y pasarlo fatal, Wilkie se mudó a vivir con los tíos de Fausto, donde ahora es el rey de la casa. Sigue siendo un poco crápula, el pobre mío, pero ya os contaré sus historias otro día, que de verdad que no tienen desperdicio.

El caso es que seguro que alguna vez hemos tenido alguno de esos ataques (un amigo lo llama modo pulpo, porque se gesticula a lo grande...), pero en mi opinión, calificarlo como ira igual le viene un poco grande. No sé, a lo mejor vosotros sois de esas personas que cuando se enfadan todo a su alrededor es muerte y destrucción y la rara soy yo, pero lo veo poco probable.

Con el odio creo que hablamos de palabras mayores. Todos utilizamos la expresión Odio esto, odio aquello, pero ¿cuantas veces es real? Para mí, odiar significa desear lo peor para esa persona y/o cosa. Lo peor de lo peor. Lepra, muerte, baterías que se descargan en tres horas... ¿De verdad hay alguien a quién le deseis eso? Yo creo que no... Odiar a tu jefe es normal, es una cláusula que se firma en casi todos los contratos. Yo creía que odiaba a mi jefa. De verdad. Era una mala persona, y mirad que yo la vi cuatro veces en mi vida. Pero ¿sabéis qué? vendió la empresa, se esfumó y creo que no he vuelto a pensar en ella desde entonces. Puede que fuera odio de verdad, del bueno, pero a día de hoy todo eso se ha diluido con el paso del tiempo.

Para la semana que viene vamos a trabajar la hostilidad y los prejuicios, un par de sentimientos que hacen mucho daño. A continuación tenéis los objetivos que hay que cumplir:

1. Visiona al menos una película o lee una novela cuyo autor pertenezca a una tradición muy distinta a la tuya. Preferiblemente, una cultura que te inspire aversión.

2. Analiza los valores principales que se derivan de la obra y contrástalos con los tuyos. ¿Son tan diferentes?

3. Como reto para tu empatía, mantén una conversación mínimamente larga con alguien con quien crees que no tienes nada que ver.

4. Valora luego si se ven confirmados tus prejuicios o si se produce algún cambio en vuestra relación. 

Y ahora confesad ¿os dejáis llevar por la ira, aunque sea de vez en cuando? ¿Odiais a alguien/algo con toda vuestra alma? Quiero saber... 

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