Con un Cthulhu tan adorable seguro que me inspiraba mucho más |
A finales del mes pasado me apunté a un microtaller de relatos de terror en Escuela de Fantasía. La experiencia fue bastante buena, ya que dura una semana y cuesta tan sólo diez euros (en mi caso, tres euros más por gentileza de mi banco). Aunque la duración es de siete días, en realidad se dan cuatro lecciones y en cada una de estas lecciones hay que escribir un microrrelato.
Os voy a ser sinceros: la brevedad no es una de mis virtudes y me ha costado mucho más de lo que os imagináis escribir algo coherente en un máximo de 250 palabras. Aún así y a riesgo de hacer el ridículo os dejo que los leáis Están tal cual los presenté en el taller, y me gustaría que fuerais francos y rajarais un poco sobre ellos. Con ánimo de ayudarme a mejorar, por supuesto.
Como veis, hay cinco relatos, y es que uno lo escribí y no me gustó, de manera que escribí otro en su lugar. Nada más que añadir, sed malos.
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Amor
Nunca le dijo que la quería más que a nada en el mundo y
ahora ya era tarde para hacerlo. No le dijo, mientras estaba viva, que pasar la
mano por su espalda y hundir la nariz en ese hueco del cuello que parecía hecho
a medida para él, era lo mejor de su vida. Casi le pareció oler su pelo, la
fragancia a naranjas dulces, mientras se daba la vuelta en la cama, aunque
fuera imposible.
Y allí estaba, entonces, la presión sobre
las costillas, el olor a naranjas dulces asfixiándolo, el borde de la cama hundiéndose
bajo el peso imposible de un cuerpo.
Intenta gritar, pero no puede, igual que no
pudo ella, las manos frías rodeando su garganta, exactamente igual que hizo él,
patalea, los ojos desorbitados por el terror, la lucha contra lo inevitable e improbable.
Ahora, que ya ha acabado todo, podrá decírselo, podrá explicarle sus razones. Tienen todo el tiempo del mundo.
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Control
Nueve segundos exactos. Eso es justo lo que tarda el agua
caliente en salir del grifo de la ducha. Los cuentas, un segundo tras otro,
una retahíla insana en tu cabeza. Dos minutos para estar completamente
mojada, tres pulsaciones del bote de champú y otras tres para el jabón del
cuerpo.
Cuentas hasta ochenta y ocho y vuelves a abrir el grifo para aclararte, la condensación resbalando desde la punta del pelo hasta la espalda. Entonces lo oyes, el golpeteo en las tuberías, como teclas de una máquina de escribir oxidada, como un código Morse extraño e ininteligible.
Escuchas. Dos seguidos. Silencio. Otros dos, silencio, cuatro golpes y
silencio de nuevo. Como nudillos contra el cristal, como un toque de atención
que no estás segura de que se dirija a ti.
Vas a salir de la ducha, incómoda, pero
antes de abrir la mampara vuelven los golpes y casi estas segura de que es un
mensaje. El agua cae de nuevo, sin que hayas tocado nada, pero es más
viscosa, más fría, más repugnante.
Ahogas un grito cuando algo viscoso te roza
los pies, algo que suena como los golpes de las tuberías pero mucho más cerca.
Puedes empezar a contar, claro que sí,
intentar adivinar cuantos segundos va a durar tu agonía pero eso no va a darte
el control de la situación.
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Hora de comer
Hay algo que me pone nerviosa cuando lo veo.
Puede sonar estúpido, pero creo que demasiado guapo. Una no espera encontrarse
a un médico así, ojos azules, dentadura perfecta. Podría imaginármelo sin
problemas protagonizando una película, y que me pida la tarjeta sanitaria y
comience a hacerme las preguntas de rigor casi me parece una pose. Sonríe
demasiado, como si estuviese actuando.
- De
modo que es la espalda, ¿no? Vamos a ver qué es lo que ocurre, levántate la
camiseta por detrás.
Me sonrojo como si tuviera quince años y me
llamo mentalmente estúpida. Hablo deprisa para disimular.
- Cuanto
silencio. Nunca he visto el centro de salud así.
- Es
que es casi la hora de comer- contesta imperturbable, su sonrisa iluminando su
cara- Casi podría decirte que estamos solos…
Reprimo un escalofrío, pero es sólo su mano
tanteando la columna vertebral. Arriba y abajo, como si fuera un xilófono y
tratara de arrancar alguna nota musical. Es sorpresa lo que siento cuanto algo
húmedo roza la base de la columna, y miedo cuando me vuelvo y veo sus ojos
oscurecidos, su lengua hendida y su boca abierta con sus dientes perfectos.
Sus tres filas de dientes, blancos, inmaculados
y hermosamente perfectos.
- Apenas
te va a doler- me dice, y ya siento como el éter que empuja contra mi boca
comienza a hacer efecto.
Podría gritar, pero las palabras se atascan en
mi garganta, el sueño es dulce y recuerdo, vagamente, que es la hora de comer.
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Los niños sólo quieren jugar
El final de
Agosto nos sorprendió en la playa en medio de una tormenta. No dije nada,
porque no había nada que decir y me limité a mirar por la ventanilla del coche
mientras la lluvia golpeaba los cristales. A menos de cien metros, las olas
levantaban una muralla de espuma blanca que parecía querer engullirlo todo.
-
Esto
es un muermo.
Lo había
dicho él, no yo, pero me regodeé en la idea de su fracaso.
- Oye,
lo siento- Jaime me tocó el brazo suavemente- No están siendo las vacaciones
que planeaba, te lo aseguro. Dios, ¿Cuál es la edad media de este pueblucho?
¿doscientos años?
Los dos nos
reímos y la tensión aflojó mientras fuera la tormenta parecía darnos una
tregua.
- ¿No
te parece raro? – Jaime sólo alzó una ceja como respuesta, estaba demasiado
ocupado tanteando bajo mi camiseta.- Que no hayamos visto ningún niño, me
refiero. Llevamos aquí tres días y no hemos visto a nadie de menos de sesenta.
- Bah,
se irán fuera a pasar las vacaciones. Sólo a mí se me ocurriría venir a un sitio
como este. Mira, ha parado de llover. ¿Qué tal si nos damos un baño, tú y yo?
¿Por qué no? pensé, quizás fuera eso lo que
necesitábamos. Corrimos sobre las altas olas, nos quitamos la ropa y nos
portamos como adolescentes.
Y entonces, aparecieron los niños. Pieles
blancas y verdosas, bracitos escuálidos, manos palmeadas y dientes afilados
cubiertos de algas. Han vuelto para jugar, pero me temo que sus juegos no van a
gustarnos.
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Silencio, por favor
Supe que
íbamos a tener problemas en cuanto lo vi aparecer. Con su corte de pelo
anticuado, su ridículo tic nervioso ajustándose continuamente las gafas y un
doctorado en astrofísica que ya os digo yo que no sirve absolutamente para nada
aquí arriba.
Llegó preguntando
sin parar. No podía estarse quieto. Tenía que toquetearlo todo, posar sus
grasientas manos por todas las superficies habidas y por haber, dejar las
marcas de dedazos en el grueso cristal doble.
Y por el
amor de Dios, no paraba de hablar. De lo que había dejado atrás, de lo mucho
que iba a aprovechar esta oportunidad, de los dos meses que nos esperaban
juntos.
Dos meses.
No podía
tolerarlo, claro. De modo que tuve que acabar con él. Tuve que esperar hasta
que se durmiera, hasta que estuviéramos rodeados por ese bendito silencio que
me arrullaba cuando estaba solo. Gritó, forcejeó, nos llenamos de sangre, él y
yo, y tengo que admitir que los cortes no fueron todo lo limpios que me hubiera
gustado.
Limpié la
sangre que había salpicado la pared, que goteaba hasta el suelo formando
charcos pringosos. Quité la ropa de cama y la puse a lavar. Limpié el cuchillo,
porque no es que me sobraran precisamente. Tranquilidad, al fin.
Y entonces
llegó el problema.
Matarlo
había sido fácil. Lo difícil iba a ser deshacerme del cadáver en una estación
espacial estanca a un millón de kilómetros de la Tierra.
El que más me gusta es Control. La falsa sensación de tenerlo todo controlado y no ser así :-)
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias por leer y comentar! En realidad iba a ser una historia sobre brujas que se comunican a través de las tuberías, pero en sólo 250 palabras no me daba para más :p
EliminarGracias!!
No soy una experta en narración ni en literatura, sólo se decir si me gusta o no..
ResponderEliminar"Control" y "Los niños sólo quieren jugar" me han molado. El primero por la forma de contarlo, el juego de los sonidos y el tiempo. Y el segundo porque los niños siempre me dan miedo y me imagino una historia medio gore medio de coña... típica historia en la que pido por favor que maten a los protas y que haya casquería (pero de la que hace gracia por exagerada).
Pero mi favorito es "Silencio, por favor" por ser el asesino el narrador
Muchas gracias guapa!
EliminarFíjate que el de los niños fue el que escribí que no me terminó de gustar... La verdad es que los microrrelatos dan para poco, pero bueno, hay que tocar todos los palos. Hace muuuucho tiempo escribí una versión larga de 'Silencio, por favor' pero se perdió en algún formateo...
Besitos!!
Buenas!! Te interesaria que alguno de tus relatos, narrados por ti o por nosotros saliera en un programa de misterio y terror llamado Shadow streets que se emite en una radio online? Espero tu respuesta
ResponderEliminarHola Pedro!
EliminarMe encanta la idea! Podéis escribirme a smanzano.lobo@gmail.com y ya concretamos! Muchas gracias por todo!
no soy nadie para decirte,que si esta bien ,o mal,,lo que yo veo,,umildemante es que no veo,,el terror por ninguna parte.
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