martes, 2 de abril de 2013

Semana 9: Hostilidad y prejuicios

Personas como nosotros

Tenéis que saber que habéis estado a puntito de quedaros sin la entrada de hoy. Y es que ando con una mezcla muy particular de resfriado y alergia primaveral que me tiene un poco hecha polvo. Pero me debo a vosotros, galletitas mías, de modo que aquí estamos una semana más con La dieta espiritual de Francesc Miralles.

Esta semana nos tocaba dedicarla a un tema tan preocupante como la hostilidad y los prejuicios. No tenemos más que acordarnos de Lizzie Bennet para ver cuanto mal hacen los prejuicios en el mundo, y mucho me temo que causan cosas peores que estar a punto de no cazar al marido ideal... Estamos llenos de prejuicios, vivimos con ellos, los llevamos a cuestas y los alimentamos, sin querer o queriendo.

No hablo exclusivamente de prejuicios contra otras razas, culturas o religiones. Aunque esos son los más peligrosos, no son los únicos. Hablo de otros prejuicios, más sutiles. Prejuicios contra las egobloggers, por poner un ejemplo, a la que damos por supuesto que no sabe hacer nada útil pero le regalan cosas por ser mona. Prejuicios contra la señora mayor que está delante de ti en la cola del Mercadona y que te sorprende cuando no se pega media vida para pagar una coliflor y un kilo de tomates. Prejuicios como librera, cuando ves acercarse a la típica pija y temes que empiece a soltarte una gilipollez tras otra para al final pedirte un libro de no más de tres euros, pero que sea bonito, con tapa dura, didáctico y que parezca caro (basado en hechos reales). 

Cuesta deshacerse de los prejuicios porque nos basamos en experiencias y recuerdos. Tenemos nuestra vida, nuestras filias y nuestras fobias y aunque estamos muy seguros de no tener prejuicios contra árabes, chinos, rumanos o gitanos después de pensarlo un poco nos encontramos con la cruda realidad. A saber: no soportamos a los pijos de Barbour y El Caballo; miramos con recelo a las canis con sus moños a lo Amy Winehouse de barrio y sus aros de oro en las orejas tamaño hula-hoop; no nos gusta sentarnos en el autobus al lado de señoras mayores porque hablan y tú quieres concentrarte en tu libro; estamos convencidos de que esa chica tan mona ha conseguido su puesto de trabajo simplemente porque está buena... y podríamos seguir toda la vida con ejemplos de este tipo...

Uno de los objetivos de esta semana era leer una novela de una cultura muy diferente a la tuya. No lo he hecho porque tengo un montón de libros atrasados y la Semana Santa ha estado por medio, pero hace nada terminé Muchacho de oro, muchacha esmeralda de Yiyun Li. Si hay una cultura diferente a la nuestra esa es la china. Sin embargo, y en cuanto rascas un poquito la superficie te das cuenta de que todos queremos lo mismo, sea la cultura que sea. Tener un buen trabajo, vivir con comodidad, salud, amor... Todas esas personas con las que te cruzas a diario por la calle, incluso los que te parecen gilipollas, tienen las mismas preocupaciones que tú.

Piénsalo.

Para la semana que viene nos toca un tema muy personal, el ego. Vivimos con nosotros mismos 24 horas al días, de modo que promete ser un capítulo interesante. Los objetivos que tenemos que cumplir son los siguientes:

1. Proponte pensar sólo en aquellos problemas que requieren una solución inmediata dentro del mismo día o semana. Fuera de estos temas, aparta cualquier reflexión que tenga que ver con tus necesidades o carencias.

2. Escucha activamente al menos a una persona cada día. con escucha activa nos referimos a poner el 100% de nuestra atención en lo que nos está diciendo, sin que nuestro juicio se cuele en el discurso. queda descartado, por lo tanto, cualquier análisis o preparar la pregunta que haremos a esta persona.

3. Comprueba el efecto relajante de desconectar, aunque sólo sea por unos minutos, de ti mismo.


Y ahora, contadme cómo ha ido vuestra semana...

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