A algunos nos gusta el peligro... |
Ok. Me acabo de acordar hace como diez minutos que tenía que escribir esto. Estaba yo tan feliz, leyendo fanfic, hablando con otros voluntarios (tengo la casa llena de portugueses ahora mismo, pero también hay por aquí una belleza lituana). De hecho, ahora mismo los escucho reírse en el salón y yo estoy aquí, escribiendo en la cocina, por vosotros, así que espero que sepáis apreciarlo.
Lo que hago por amor...
4. Tus primeras historias y personajes.
Bien, voy a tratar que esto no se alargue demasiado, porque con el tipo de pregunta y mi tendencia a alargarme estoy podría convertirse en una saga... El caso es que yo invento personajes e historias desde que puedo recordar. Siempre he leído mucho (o sea, mucho), nivel niña repipi repelente (ese nivel), pero la cosa no se quedaba ahí.
Qué va, ojalá.
Había veces que terminaba de leer, cerraba el libro y cogía otro y a seguir. Pero otras veces... ay amigos, otras veces me inventaba historias paralelas, aventuras extravagantes, personajes nuevos que salían de la nada porque yo tenía demasiada imaginación y demasiado tiempo libre, tampoco lo vamos a negar...
Eso tiene un nombre, algo que descubrí mucho más tarde: Fan Fiction.
Pero no nos adelantemos, entonces yo me divertía en contarle a mis amigos mis historias, aunque ya apuntaba maneras, pocas veces las ponía por escrito, porque, bueno, siempre he sido muy perezosa, y porque (esto me sigue pasando, ojo) cuando lo escribía no sonaba ni la mitad de bien de lo que parecía en mi mente.
De modo, que si tengo que deciros cuales fueron mis primeras historias y personajes, lo más probable es que fueran un aborto primigenio y a medio digerir de personajes de otras novelas. Aunque no me limitaba al fanfic, no os creáis. También inventaba mis propias historias, y muchas veces seguía un método bastante poco ortodoxo para mis, ejem, creaciones: al final de los libros venían los otros títulos que componían la colección (tipo El barco de vapor, para que os hagáis una idea), de modo que yo miraba esos títulos y me iba inventando las historias.
Ahí, con todo el morro.
Como mi memoria es una mierda no es perfecta, apenas recuerdo mis historias. Recuerdo, vagamente, una cueva donde mis personajes entraban y viajaban en el tiempo (ehh... sí), un medallón encantado que dejaba escapar una musiquilla cuando mis protagonistas estaban en peligro (y mis protagonistas tenían una irritante tendencia a estar en peligro), y una trama de suspense que duraba, toda ella, tres páginas manuscritas, porque cuando tienes ocho años no le ves mucho sentido a alargar la trama, sí, al fin y al cabo, resulta clarísimo que el asesino es el mayordomo.
Sí, en serio.
Cuando me fui haciendo mayor, empecé a querer escribir en serio, con ese complejo de niña repipi (ahora adolescente raruna) que me ha acompañado toda la vida, pero ahora con una vergüenza mortal que, curiosamente, era inversamente proporcional a lo allegadas que fueran las personas que lo leían. Así, mis padres y familia tenían el acceso totalmente prohibido, peeeero mis profesores o compañeras de clase que me caían mal podían leerlo. Tiene mucho sentido, sep.
El pico en mi popularidad llegó cuando gané un concurso de relatos. Quedé la tercera, no os vayáis a creer pero gané ¡10000 pesetas! Yo tenía diecisiete años y fue el primer dinero que gané escribiendo (el único hasta la fecha, no os engañéis), y me dio tantas falsas esperanzas que todavía las arrastro.
Pero no os preocupéis, porque apenas un año más tarde me pusieron conexión a Internet en casa, y descubrí un sitio en el que la gente publicaba, sin ningún tipo de verguenza, historias sobre Mulder y Scully, y el profundo amor que todos sabíamos que se tenían pero que los malvados guionistas de la serie no nos dejaban ver, y fue toda un revolución.
Y entonces me caí en ese pozo profundo que es el frikismo, y aún no he salido. Y hasta ahora.
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