Concéntrate |
Continuamos, una semana más, con nuestra particular dieta, La dieta espiritual de Francesc Miralles. Hoy le toca el turno a la dispersión, un mal muy de nuestro tiempo y que, desde mi punto de vista, entronca directamente con la procrastinación.
No sé si a vosotros os ocurre, pero yo noto como cada vez me cuesta más concentrarme. No os confundáis, siempre he sido muy de soñar despierta, de pasarme horas (y más horas) imaginando vidas paralelas que, si no eran perfectas, al menos eran más satisfactorias. Sin embargo, eso ha ido a peor, y ahora eso de estar una hora entera estudiando o leyendo, sin mirar el mail o atender a algún mensaje de móvil se ha convertido en tarea imposible.
Y sí, lo sé, a ti te pasa lo mismo.
El problema real no es que estemos mirando a las musarañas y pensando en fanfic otras cosas. El problema es que tenemos acceso a millones y millones de nuevas maneras de perder el tiempo. ¡Culpemos a Internet! Tenemos acceso a millones de sitios de Internet, a miles de tweets, a cientos de actualizaciones de Facebook de nuestros amigos. Y claro, esa sobrecarga de información hace que nos cueste más concentrarnos.
No te preocupes, de verdad. No llores. A todos nos ha pasado alguna vez.
A mí me ha pasado hace dos minutos, sin ir más lejos.
Es cierto que no estoy en mi mejor momento, y la concentración en este instante brilla por su ausencia en mi vida. Curiosamente, al ser un problema emocional-sentimental, he vuelto a mis musarañas. Nada de Twitter, Facebook, o A ver si veo alguna foto nueva de Rory McCann. En este caso, me temo que el problema está en mi mente, y sí, es un problema gordo.
Para el problema de la dispersión, este capítulo nos propone el Mindfulness, también conocido como atención plena. El mindfulness es todo lo contrario a soñar despiertos. Y es difícil, oigan. Yo no sé la vuestra, pero mi mente no para. No digo que esté pensando en cómo refutar hipótesis sobre geometría no euclidiana. Ni mucho menos. Pero cuando me pongo a fregar los platos, a quitar el polvo o a prepararme un batido mi mente suele estar vagando por ahí.
A veces, mi mente vaga incluso cuando estoy escribiendo, o viendo una película, o haciendo uno de esos millones de cursos gratuitos que hay por Internet. No suelen ser cosas importantes, bueno, ahora mismo sí, pero ya os digo que es un momento muy delicado.
El mindfulness, por el contrario, nos propone dedicar toda nuestra atención a lo que estemos haciendo en este momento. Escribir un post, fregar el suelo, ver una capítulo de una serie... Concentrarnos en lo que estemos haciendo en ese momento y no divagar más de lo necesario. No sé a vosotros, pero a mí me resulta muy difícil...
Dejando de lado los supuestos beneficios para el cerebro (?), la principal ventaja que le veo al mindfulness es que tardas (o al menos deberías) mucho menos tiempo en hacer las cosas que debes hacer y así te queda mucho más tiempo para lo que de verdad quieres hacer. Si tengo que escribir un post y paro cada cinco minutos para buscar fotos de buenorros información no relacionada, es evidente que voy a tardar más en terminarlo. En vez de, no sé, pongamos media hora, voy a tardar una hora entera. Es decir, en el mismo tiempo podría escribir dos artículos. O escribir uno y pasar la siguiente media hora haciendo algo que también tenga que hacer, como contestar mails.
O para lo que vosotros queráis, vaya.
Concentrarse en lo que estamos haciendo en un momento concreto tiene sus ventajas, no voy a ser yo quién lo niegue. Y sí, mucho mejor tener Facebook, Twitter, Gmail y todo lo demás cerrado mientras estamos trabajando. Ojo. Lo mismo digo para cuando estamos contestando mails y a la vez estamos mirando las estadísticas del blog...
El caso es que me esfuerzo. Aunque no lo parezca, aunque os de la sensación totalmente contraria, me estoy esforzando muchísimo en centrarme y no estar tan dispersa. Así, me obligo a escribir, a leer, a estudiar, a ver películas, series o lo que sea, y todo por no estar dándole vueltas en la cabeza a un tema que, por desgracia, está demasiado presente en mi mente como para poder olvidarme totalmente de él.
Para la semana que viene nos toca la hipersensibilidad, o lo que es lo mismo, un capítulo enterito dedicado a la susceptibilidad. Y es que a veces nos sentimos mal por las cosas más tontas... Los deberes para la siguiente semana son los siguientes:
1. La misión de esta semana es no ofenderte por la actitud de nadie a no ser que se destape un conflicto de importancia.
2. Dejarás de interpretar lo que los demás creen que opinan de ti para prestar atención sólo a los hechos relevantes: palabras y hechos.
3. Evita en lo posible a aquellas personas que tienen la habilidad de sacarte de tus casillas.
Y vosotros... ¿Cómo lo hacéis para evitar estar tan dispersos? ¿Cómo conseguís focalizar?
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